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Crónicas de Japón 2009 (Día 13 – Kamakura y Yokohama)


10 abril 2009

Este día teniamos pensado visitar muchas cosas. Y la verdad es que al final conseguimos ver todo lo que nos habíamos propuesto para ese día.

Madrugamos y nos dirigimos a la estación de Hamamatsucho para coger un tren que nos dejase en la estación de Tokyo. Allí cogimos un tren de la línea Yokosuka para parar en Kita-Kamakura, lugar donde empezaríamos nuestra ruta turística.

Línea Yokosuka… A Óscar se le ocurrió que podríamos ir a Yokosuka y la verdad es que estuvimos a punto de hacerlo… Más que nada porque es allí donde transcurre la acción del primer Shenmue.Al final continuamos nuestro camino hacia Kita-Kamakura, mientras un chaval japonés sentado a nuestro lado echaba unas partidas a la PSP al Winning Eleven (aunque parecía que jugaba con alguien Online)

Por fin llegamos a la estación y como no sabíamos a donde ir, hicimos lo de siempre, seguir a la gente. Allí las barreras para salir de la estación estaban en medio de la calle, así que enseñamos el JR Pass y salimos para encontrar un templo en el que ya había que pagar, por lo que miramos desde fuera como caían los pétalos de los cerezos y esperamos a que se levantasen las barreras del paso a nivel por el cual pasaban un par de trenes para poder cruzar la vía.

Al otro lado de la vía, en la orilla de un pequeño estanque, se acumulaban los pétalos que caían de los cerezos (¿cómo se las apañarán para limpiar todo eso?) Allí ya vimos un cartel que nos indicaba la dirección del templo en el cual íbamos a empezar ese día, el templo Jochiji.

Fuimos caminando por al lado de una carretera y vimos que unas mujeres mayores iban en la misma dirección, así que pensé que esa era el camino correcto por lo que nosotros también fuimos por allí.

Hasta que se pararon en un puente a contemplar unas flores que crecían al lado de un riachuelo.

Nosotros continuamos caminando hasta que encontramos unas Vending Machines y ni rastro del templo Jochiji, por lo que Óscar se compró un helado y yo una caja con dos daifuku, que estaban tan buenos que me compré otra.

Después de eso decidimos volver hacia abajo a ver si no habíamos visto alguna señal de señalización del templo que buscábamos. Llegamos al lugar donde aquellas señoras habían estado mirando las flores y vimos que, justo al otro lado de la carretera, estaba la entrada del templo… eso nos pasa por mirar también las flores.

Cruzamos la carretera y subimos por las escaleras de entrada del templo. No tenía mala pinta la verdad, pero nuestro destino no era el Jochiji, si no un sendero que empezaba justo a la derecha del templo y que nos llevaría desde allí hasta el Daibutsu.

Empezamos a caminar junto a un grupo de japoneses que también iban a hacer el sendero y acompañados por el sonido de los pájaros… seguíamos caminando y los pájaros cantando, el mismo sonido de antes… los pájaros seguían cantando… hasta que vimos que habían unos altavoces por el que salía ese sonido. Pues sí, por el sendero habían altavoces con el sonido de pájaros cantando. Aunque no recuerdo hasta que punto se oían.Nos paramos un rato al lado de un bosque de bambú y yo mientras grababa Óscar se puso a hacer el tonto con un tronco de bambú mientras unos japoneses que pasaban por el camino de al lado se partían el culo.

Seguimos caminando y siguiendo las indicaciones que ponía que era la «Hiking Course» del Daibutsu, o Sendero del Daibutsu. Había dos caminos a seguir: «Onna» () o Mujer y «Otoko» () o Hombre. Nosotros no me acuerdo por donde fuimos, pero había que subir por rampas empinadas, saltos de metro y medio, escalones en la tierra y raíces por todas partes.

Al final llegamos a un sitio que pensábamos que era el Daibutsu y resultó ser el parque Genjiyama. Allí mientras Óscar iba al lavabo unos niños jugaban al escondite o a algo parecido.

Continuamos por otro sendero que ponía que llevaba al Daibutsu. Y allí tuve que apartarme porque… ¡pasó una bicicleta!… Ni en los senderos perdidos puedes ir tranquilo, que te aparece alguna.

Después de dos horas, por fin llegamos a una larga escalera que bajaba hacia la carretera y allí nos tomamos un refresco de una vending machine. Pero cuando me compré la mía y me giré, no ví a Óscar y pensé que quería gastarme una broma, así que caminé un poco y me escondí yo también en un parking hasta que vi que paso por donde yo estaba. la verdad, no se si se escondió o es que yo no le vi después de sacar mi bebida.

La carretera que seguimos daba justo al lado del Daibutsu, así que compramos la entrada y entramos al recinto donde estaba. No había mucha gente para ser el Hanami y por fin pude sacar una foto sin gente en medio al Gran Buda y ver sus sandalias colgadas en una pared, que en el 2007 no me había fijado.

Aún así habían un par de excursiones, unas azafatas vestidas de azul y un grupo de extranjeros. Mientras hacía una foto del buda, se me acercó uno de ellos y me dijo en inglés un sitio desde el que había un buen ángulo para hacer una foto. Así que le di las gracias y el me dijo «You’re Welcome».

Di una vuelta alrededor del buda y después fui hacia donde estaba Óscar el cual me dijo si nos hacíamos una foto haciendo el tonto delante del Buda. Por lo que pusimos mi cámara en el trípode para hacerla. Pero como Óscar no acertaba el momento exacto para saltar tuvimos que poner la suya.

Salimos del recinto justo cuando venía más gente y dirección a la playa me  compré un Korokke. Pasamos de largo el templo Hase-dera ya que lo habíamos visto en el otro viaje y cruzamos la vía dirección a la playa.Allí un cartel avisaba de las medidas a tomar en caso de Tsunami.

La verdad es que la playa no estaba muy limpia, con algas por el suelo y alguna cosa más además de un hombre dando de comer a las palomas (y los cuervos aprovechaban también). Caminamos por la playa hasta que no pudimos seguir y salimos a la carretera justo cuando entraba un grupo de chavales para limpiarla un poco.

Al otro lado de la calle había una pequeña Koban de policía donde parecía que iban a celebrar algo ya que habían muchas sillas fuera y un grupo de policías sentados en algunas de ellas.

Continuamos caminando por una calle dejando el mar a nuestras espaldas. Pero al cabo de un rato vimos que solo habían casas y no mucha gente, por lo que decidimos volver por donde habíamos venido.

La verdad es que esa parte de Kamakura me recordó mucho a Salou cuando no es verano, que está prácticamente desierto.

Llegamos a la estación Hase del Enoden donde teníamos que cogerlo para ir a la estación de Kamakura y mientras lo esperábamos me compré un helado de café, de esos típicos japoneses que van en una botella de plástico y que tienes que ir chafándolo o chupando para que vaya saliendo.

Cuando sales de la estación del Enoden y quieres entrar a la de la JR, es un verdadero follón. Las barreras estaban abiertas, así que pasé el ticket del tranvía y se cerraron… volví a probarlo cuando se abrieron de nuevo y pase corriendo antes de que se cerrasen. Óscar no pudo pasar y le llamó el de la JR de la ventanilla, le enseñó el JR Pass y le dejaron pasar. Creo que allí no tenía que usarse el ticket del Enoden

Nuestro siguiente destino de ese día era Shin-Yokohama, por lo que cogimos un tren de la línea Shonan Shinjuku Line hasta Yokohama y desde allí otro de la línea Yokohama hasta nuestro destino. Aunque otra vez tuvimos la tentación de irnos a Yokosuka.

Ya en la parada de Shin-Yokohama, salimos de la estación que daba a un paso de peatones elevado y a una curiosa rotonda: los peatones van por arriba y los coches pasan por debajo.

Al bajar de la pasarela vimos un cartel que nos indicaba donde estaba el museo del Ramen que es a donde nos dirigíamos. Pero antes teníamos que comer por lo que el primer restaurante que vimos entramos.

Era un restaurante italiano que llevaban unos japoneses, en la entrada podían verse fotos de los cocineros aprendiendo en un restaurante en Italia.

El menú que nos pedimos fue: Ensalada, spaghettis y postre, la bebida era gratuita y podías echártela en una máquina que había al lado de la mesa. A la hora de pedir el camarero japonés me preguntó algo de una ensalada y como en el menú que había pedido ponía que llevaba ensalada, le dije que sí. Así que nos trajo otra ensalada grande para los dos…

Acabamos de comer, pagamos y nos dirigimos al museo del Ramen.

Ya en la calle del museo y cuando íbamos llegando a la entrada, una chica muy simpática nos indicaba por donde teníamos que entrar (y eso que aún ibamos por la calle… nos vería con cara de turistas o los Gaijin no se pasan mucho por esa calle de paseo)

Compramos las entradas y, lógicamente, entramos. Junto a la entrada nos dieron una guía del museo, aunque estaba en japonés.

Lo primero que encontrábamos al entrar al museo eran unas estanterías con diferentes cosas relacionadas con el Ramen así como su historia además de vender diferentes artículos.

Bajamos por unas escaleras que habían y por fin vimos el museo del ramen, una pequeña plaza de los años 50 con algunas calles alrededor y que de vez en cuando se oye la sirena de bombardeo por los altavoces (Óscar dijo que era una de las cosas más frikis que habíamos visitado). Los restaurantes de Ramen que había en el museo estaban disimulados como tiendas. Yo miré por la ventana de una peluquería y era la cocina de uno de ellos…

Mientras íbamos caminando por las calles del museo del Ramen, perfectamente recreadas de esa época (incluso una máquina de Coca-cola con diseño de esos años) escuchamos un poco de jaleo que venía de la plaza, eran unas palabras que a mi me resultaron familiares: Jan-Ken-Pon (じゃんけんぽん) o «Piedra, papel, tijeras«. Y es que resulta que a esa hora estaban haciendo el «Jan-ken-pon Olympics«, que era una competición de tres equipos.

Cuando acabamos de visitar el museo volvimos a la estación de Shin-Yokohama y cogimos un tren hasta la de Yokohama. Allí queriamos visitar el barrio Chino de Yokohama y después el Landmark Tower.

Como siempre en los mapas parece que todo esté cerca, así que pensé que se podría ir al barrio chino andando.

Llegamos a un centro comercial que no me acuerdo del nombre y dimos una vuelta por las plantas. Allí fui al lavabo, pero el único que había libre era el de paralíticos, así que entré en el. Era curioso, para abrir la puerta tenías que poner la mano en un sensor y para cerrarla por dentro igual. Una vez cerrada por dentro no se abría hasta que no volvieses a pasar la mano.

Subimos a la azotea del centro comercial donde había una especie de parque acondicionado para descansar y como vimos que no había gran cosa bajamos hasta abajo en ascensor y salimos afuera.

Seguimos caminando hacia donde ponía el mapa que estaba el Minato Mirai 21.

Después de caminar durante más de media hora vimos un mapa, así que miramos a ver como hacerlo para llegar al Minato Mirai 21, o si no al barrio chino de Yokohama.

Ya me estaba dando por vencido ya que no veía la manera de llegar caminando, cuando a Óscar se le ocurrió sacar la guía y vimos que había que coger un metro que nos dejaba justo al lado del barrio chino.

Y justo darnos la vuelta y a nuestra espalda había una boca de metro. Así que bajamos y cogimos un metro hasta el barrio chino.

Llegamos a la estación y subimos unas escaleras mecánicas muy empinadas y después de eso un largo pasillo en el cual buscamos la salida al barrio chino.

Salimos de la estación justo al lado de una de las puertas de entrada al barrio, así que nos fuimos a dar una vuelta por sus calles.

Había mucha gente en la calle anunciando sus negocios. A un chico le escuché hablando chino con otro y al darme un panfleto de un local y una castaña asada, me dio las gracias en inglés y yo le contesté en chino diciéndole: «xiè xiè», que es gracias en chino, por lo que el también me dio las gracias en chino.

Después de recorrer el barrio nos fuimos al Daska Market donde compre una caja de salsa de curry.

Estaba anocheciendo así que salimos del barrio chino y nos fuimos hacia una parque que había por allí. Vimos que había una especie de puerto con algunos barcos, pero decidimos volver a la estación e ir hacia el Landmark Tower.

Allí entramos a un centro comercial que era el Ladmark Plaza y que era bastante grande, con un Hall inmenso con muchas tiendas y muchas escaleras mecánicas.

Subimos hasta la quita planta donde teníamos que comprar las entradas para el «Sky Garden«, que es como llaman al mirador del edificio.

Cogimos el ascensor que nos llevaba hasta la planta 69 que es donde estaba el «observatorio». El ascensor iba a una velocidad de 750 metros/segundo (45 km/h) y a mi me pitaban hasta los oídos cuando subía.

Una pena que no pudiese sacar muchas fotos por culpa de los cristales, y es que, igual que en la torre del puerto de Kobe se reflejaba todo en ellos. Por suerte he podido quitar algún reflejo con el Photoshop.

Saqué un cacao de vainilla caliente de una de las máquinas que había en la planta, pero quemaba tanto que tuve que dejarlo en una esquina para que se fuese enfriando. En esa planta además de vending machine habían tiendas donde vendían el curry que había comprado en el barrio chino y también habían acuarios. Mientras yo hacía fotos, otro se apalancaba en uno de los sillones que por allí había para observar el paisaje (aunque el no lo observará por la pose que tiene en la foto xD)

En la distancia podía verse el Yokohama Stadium en el cual se veía que estaban jugando y bastante público en las gradas (se veía con el zoom de la la cámara de vídeo, claro)

Bajamos otra vez en el ascensor y nos fuimos a cenar a un Mc Donalds que había en el Landmark Plaza. Después de cenar nos salimos a la calle y mientras grababa le dí un golpe a la cámara y se me rompió la pantalla.

Esperamos para cruzar la calle (no quería ponerse en verde el semáforo…) e ir al parque de atracciones. Allí podían oírse los gritos de la gente que había en una especie de noria que iba tumbada.

Como curiosidad había una especie de pasaje del terror, pero en vez de terror era frío. Salía toda la gente tiritando.

Y finalmente volvimos a Tokyo al hotel. Nos duchamos y nos fuimos a dormir.

A la hora de estar en la cama pensando en todo lo que habíamos hecho durante este viaje y lo desaprovechado de algunos días del otro, me dio por pensar en el día que llegamos a este hotel y me acordé de lo que nos dijeron en recepción: «Tres noches»… esas dos palabras resonaban en mi cabeza… «Tres noches»… Conté: la noche que llegamos de Kyoto, la noche del día que fuimos a Shibukawa y esta noche… «Tres noches».

Me levanté sobresaltado y desperté a Óscar. Esa era la última noche que teníamos reservada de hotel y aún nos quedaba pasar una noche más allí, la del día siguiente. Vamos, que la agencia en vez de reservarnos 4 noches, nos reservó 3.

Decidimos que al día siguiente lo hablaríamos en recepción a ver si podíamos coger una noche más. Y por fin nos fuimos a dormir.

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