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Crónicas de Japón 2009 (Día 03 – Kyoto)


30 Marzo 2009Este día nos levantamos deliberadamente a las 7:30 ya que el día anterior no nos fue tan mal madrugando tanto y así teniamos una hora más para disfrutar el día.Nos fuimos caminando  desde el hotel hasta la estación pasando por delante del Higashi-Honganji donde estaban celebrando una graduación (supongo que no era un entierro…).Compramos el bono para autobús de todo el día por 500Y, almorzamos y nos fuimos a coger el autobús. Para llegar al templo Kamigamo teniamos que coger la línea 5 hasta la parada Shijo-Karasuma y desde allí la línea 46. Como el autobús estaba lleno preferimos coger la línea 101 que también nos servía.Mientras esperabamos el autobús vimos una pareja mayor de guiris que se iban a subir al autobús por delante (como hacemos todos los gaijin la primera vez) a los cuales el conductor les hizo bajarse y subir por detrás (ya explicaré como van los transportes en Japón)Por fin subimos al 101, y después de 1 hora y 15 minutos (si, estaba muy lejos…) llegamos a nuestro destino, el templo Kami-gamo.Nada más pasar por debajo del gran torii que llevaba a un gran parque, vimos lo que habiamos ido a ver, dos cerezos, uno grande y otro pequeño… y ya está, no habían más cerezos en ese templo. Aún así era un lugar muy tranquilo y tiene otras cosas para ver, aunque tampoco muchas (y es patrimonio de la humanidad)

Pasamos por debajo de otro torii y fuimos a dar una vuelta por el exterior del templo, por un gran jardín por el medio del cual pasaba un riachuelo. Allí pudimos ver un puente rojo y los conos de arena Tatezuna.Los conos representan al Dios de la Montaña (Kami-yama) y tienen esa forma imitando a la sal que se amontonan delante de las casas para purificar.

Lo primero que hicimos fue dirigirnos a la zona del templo, pero al ir a entrar vimos que estaban rezando y ya no entramos, así que seguimos el río hasta arriba pero había una puerta cerrada. Sobre el río había un precioso puente rojo y otro cubierto. En las paredes podían verse dos tablones con tablillas, uno seguro que era para enamorados ya que tenían forma de corazón, y el otro no se de que sería.

Cuando nos dirigiamos hacia el gran jardín del cual provenía el río, llegaba una excursión de gente de mediana edad en la cual el guía iba con una banderita para que nadie se perdiese.Mientras Óscar aprendía a hacer autofotos yo me di una vuelta por el jardín disfrutando de la tranquilidad que allí reinaba. Cuando él acabó de hacerse las autofotos subimos por debajo de unos torii hasta llegar a algo que parecía entre un trastero y un altar.

Salimos por el lateral del templo observando como los de la excursión se hacían una foto delante de las Tatezuna.Esperamos a que llegase el autobús, esta vez ibamos hacia el punto donde el río Takano se junta con el Río Kamo, así que cogimos la línea 4 que nos dejó justo al lado.Anécdota: Como bien dije, en los autobuses se paga al salir, así que cuando ibamos a salir del autobús, no encontraba el bono. Empecé a buscarlo por toda la cartera pero no aparecía. Y de los nervios de que todo el mundo se preguntaba que pasaba y la cara de asco del conductor tampoco encontraba el cambi exacto. Así que después de un rato cuando yo saqué una moneda de 500Y, él me sacó otro bono y me lo picó en la máquina. Yo cogí el bono nuevo y bajé del autobús, dándome cuenta de que: o no le había dado la moneda, o había sacado dos. Nos dirigimos hacia el río Kamo y bajamos a la orilla para pasear por debajo de los cerezos viendo los típicos plásticos azules del Hanami y a gente allí sentados guardando sitio. Igual que en Arashiyama, también había gente sentada en la orilla disfrutando del paisaje.

Mientras Óscar cruzaba el río por las «zamburguesas» con forma de tortuga, yo subí al puente a hacer fotos de los símbolos en las montañas del Gozan no Okuribi que vimos en el 2007.

Los dos nos dirigimos hacía el puente que pasaba por encima del río Takano y volvimos a bajar por la misma orilla del río Kamo.

Como pensabamos que el pabellón de plata estaba bastante lejos como para ir andando y ya que no veiamos ninguna parada de autobús, decidimos coger un taxi. Pero como siempre, en estos casos suele estar el señor «Murphy» con su ley y no vimos ninguno por lo que al final decidimos ir caminando por la Avenida Imadegawa que llevaba hasta el camino de la filosofía.

Tras más de tres cuartos de hora caminando y habiendome comprado una lata de una bebida de Ultraman, vimos una cabina, así que pensé que ya iba siendo hora para hacer la reserva para el Museo Mazda en Hiroshima. La reserva la hice a nombre de Óscar, pero mientras estaba haciéndola, se me acabó el dinero, así que volví a sacar la cartera y a echar más monedas. Por suerte me cogió el teléfono la misma chica y pude acabar de reservar. La hora para la visita era para el día 3 de abril a las 13 horas, pero nos pidió que estuviesemos allí sobre las 12:30.20 minutos más caminando y por fin llegamos a lo que parecía el camino del filósofo, un canal rodeado de un montón de cerezos. Así que decidimos ir caminando por su orilla en dirección al templo Nanzenji disfrutando de todos los cerezos (era impresionante).

Vimos un puestecito donde venden dorayakis, así que decidimos probar uno. Mientras la señora nos atendía, el chico que los hacía nos enseñaba una espátula llena de una pasta negra y pegajosa diciendo «Anko, anko» o «餡子, 餡子«, como diciéndonos que la pasta era de judías dulces. Así que le dijimos «Hai» y cuando fuí a pagar, no encontraba la cartera, por lo que tuvo que pagar Óscar.

Después de comernos el dorayaki busqué la cartera por todos los bolsillos posibles y por la mochila, pero no apareció. Óscar me dice que volvamos a la cabina a ver si me la había dejado allí pero yo le digo que da igual, que dudo que esté y además perderiamos tiempo y no podriamos ver lo que estaba planeado. Pero el insistió tanto que al final fuimos dirección a la cabina. 30 minutos caminando a paso acelerado para no encontrar nada, solo un papelito con un número de teléfono apuntado.

Cogí el papel y me lo guardé y después paramos a un Taxi para que nos llevase a un punto donde había un cartel que ponía templo Entoku-In y que fue donde saque el planning para ver si era uno de los templos a visitar (podía haber perdido allí la cartera). Le dije que nos llevase al templo Entoku-In, pero eso no debo pronunciarlo bien porque de las dos veces que se lo dije no me entendió y en el plano de Kyoto no lo encontrabamos, ni el taxista, ni yo, por lo que le dije que nos llevase directamente al templo Nanzenji.Es increible la pericia de los taxistas japoneses (ya explicaré también el tema de los taxis japoneses). Aparte de que tardamos bastante en taxi, cuando ibamos llegando al Nanzenji se metió por unas calles estrechisimas y con canaletas a los lados. Pasaba rozando los postes eléctricos y a la gente y apenas sin mover la cabeza (debido a que los retrovisores están situados delante del coche)Después de que Óscar pagase al taxista y ya que estabamos en el Nanzenji decidimos pasar a visitarlo. El templo era el final del camino de la filosofía y gente con la que nos habiamos cruzado mientras ibamos a la cabina de teléfono llegaba en ese momento. Delante del templo había un gran incensiario y a la derecha de él un acueducto por donde pasaba agua.

Después de sentarme un poco y descansar decidimos volver al camino del filósofo y recorrerlo otra vez (esta vez hacia abajo) en busca de la cartera.

Al no encontrarla y ya que estabamos bastante cansados de tanto caminar, a las 6 de la tarde cogimos un autobús y nos fuimos al hotel. En el lawson de al lado del hotel me compré una bandeja de arroz al curry ya preparada que el chico del conbini me calentó en el horno.

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